Tapada limeña
Tapada limeña, era la denominación que se usaba para designar a la mujer limeña, en la época del virreinato del Perú y de los primeros años de la República. Se le denominó así, debido a que dichas mujeres, tapaban sus cabezas y caras con cómodos mantones de seda que denominaban "saya y manto", dejando al descubierto tan sólo un ojo. Su uso comenzó a partir del siglo XVI (1560) y se extendió hasta bien entrado el siglo XIX (1860), es decir, su uso se extendió durante tres siglos o trescientos años y no sólo se circunscribió a Los Reyes, sino también a otras ciudades importantes de la región. En Lima, la costumbre permaneció hasta bien entrada la República, cuando fue relegada por las modas francesas en boga.
Antecedentes

Origen
Se piensa que el uso de la saya y el manto par de prendas distintivas de la tapada limeña apareció en Lima hacia 1560. Sobre su origen se ha dicho que es moro, por las innegables semejanzas que guardan con los trajes que cubren el cuerpo de las musulmanas, aunque sobre esto no hay pruebas concluyentes. Los primeros testimonios oficiales que tratan sobre la vestimenta fueron poco piadosos con sus usuarias:

Muchas fueron las ordenanzas posteriores a esta acta de las Cortes de 1586, pero ninguna pudo disuadir a las limeñas y quizás tantas prohibiciones oficiales fueran la razón de su largo y resistente uso.
Características
El atuendo característico de la tapada connotaba insinuación, coquetería, prohibición y juego de seducción. Con todo, no dejaba de ser un vestido: la saya contorneaba las caderas y el manto cubría la cabeza y el rostro, excepto, por supuesto, un único ojo. Tras el manto podía habitar una abuela desdentada así como una mujer tuerta picada por la viruela. Las posibilidades eran muchas como muchos debieron ser las ocasiones en que muchachos galantes o "viejos verdes" derrocharon piropos antes esposas, cuñadas, suegras, madres o hijas que podían ocultar su verdadera identidad tras los mantos.

Uso político de la saya
Con el tiempo, las variedades de los trajes fueron de la mano con el clima político, que las tapadas aprovechaban para favorecer a sus caudillos. A Felipe Santiago Salaverry (Presidente del Perú, 23 de febrero de 1835 a 7 de febrero de 1836) con la saya salaverrina, a Agustín Gamarra (dos veces Presidente de la República, entre 1 de septiembre de 1829 y 20 de diciembre de 1833 y del 25 de agosto de 1838 al 18 de noviembre de 1841) con la saya gamarrina, a Luis José de Orbegoso y Moncada (Presidente de la República entre el 21 de diciembre de 1833 y el 11 de agosto de 1836), con la saya orbegosina.
Las tapadas limeñas fueron un ícono en la Lima antigua, una presencia original que no existió en ninguna otra ciudad de América Latina. El juego de insinuación, el símbolo de clandestinidad, acaso de una incipiente libertad femenina, llamaron la atención de los visitantes que pasaron por la ciudad capital durante los trescientos años en que se usó el traje. En el siglo XIX fueron pintadas por el francés Leonce Angrand y el mulato limeño Pancho Fierro, así como llevadas a escena por Manuel Ascencio Segura en su obra satírica "La saya y el manto".
Por su parte, en "Peregrinaciones de una paria" (1838), Flora Tristán escribió sobre la saya:

Sobre si fue o no, moda
Contrario a la opinión de algunos especialistas, la tapada limeña no fue una moda pues la resistencia al cambio y el apego a la tradición denotan una estabilidad una comodidad que permitió el chismorreo, las intrigas y otras costumbres limeñas. Sin embargo, tras trescientos años de vigencia, la tapada fue desapareciendo y hacia 1860, la moda afrancesada había desplazado a la saya y el manto, destinándolas al baúl de los recuerdos.
Terminó así una tradición que durante tres centurias le dio a las mujeres de Lima un atuendo distintivo que ninguna otra ciudad tuvo en Latinoamérica
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